Pancho y Cora
1962-1964
Pancho Tlaminque
Su nombre era Francisco
Regino y no sabemos su apellido real ya que Cora fue quien le puso como nombre
artístico el de Pancho Tlaminque. Cuando se le preguntaba a Cora sobre cómo
había conocido a Pancho nos relata que cuando ella vivía en la calle de Tacuba
mucha gente entraba y salía de su departamento en el edificio del ex convento
de Betlemitas que era donde ella vivía y tenía su taller de pintura. Existen
muchas anécdotas sobre toda la gente que se reunía allí. Entre ellas la que relata
sobre unos indígenas huicholes que llegaron a su casa acompañados de un agente
de la policía que le preguntó si aquellas gentes vivían allí como ellos
aseguraban. Cora le confirmó que aquello era cierto y los acogió en su casa por
unos días[1]. Cora afirma que un amigo suyo, Joe
Hellmer[2], los había enviado a su casa. Por una u
otra causa, el hecho es que muchos indígenas llegaban a tocar en la puerta de
Cora. Así sucedió con Francisco Regino.
“Había dado instrucciones
a la criada para que, aunque yo no estuviera en la casa, diera algo de comer a
los indígenas que llegaban a llamar a la puerta pues casi siempre son gente que
viene de lejos. Un día al regresar al departamento había un joven indígena
sentado en la mesa dibujando algo en un papel. Él se levantó al verme para
presentarse y me dijo que estaba haciendo un dibujo para dármelo en
agradecimiento por mi hospitalidad. Me ofreció unos collares que eran bonitos,
pero no muy interesantes ya que no eran auténticos, le dije que eso no me
interesaba, lo que sí me interesaba eran sus dibujos, pues me había parecido
que lo que había dibujado y pintado tenía calidad, le comenté que si me traía
más trataría de vendérselos.”
Pancho regresó al poco
tiempo con más pinturas y Cora se ofreció a darle todo lo necesario para
pintar, además de su manutención, a cambio de que él se dedicase tan sólo a
producir cuadros. Como en ese momento estaba vacío en el mismo edificio un
departamento de unos amigos Cora instaló a Pancho allí.
“Aquello se convirtió en
un pueblo indígena, vinieron sus familiares, sus amigos. Casi siempre venía con
una mujer que cargaba un bebé en brazos. No podría decir si era la misma o era
diferente cada vez. Un día, al subir al departamento, escuché que alguien
lloraba desesperadamente, abrí la puerta y vi a la mujer de Pancho, una indita,
sentada en el suelo, junto al closet,
pregunté qué le pasaba, me dijo entre gemidos que, como Pancho era muy celoso,
le atrapaba las trenzas en la puerta del armario para que no pudiera salir a la
calle. La pobre mujer no podía levantarse, pero si podía pintar, ya que Pancho
le dejaba a la mano unos pinceles, pintura y los cuadros que estaba haciendo a
los cuales su mujer les pintaba las grecas que enmarcaban el dibujo. Ni
siquiera pude soltarla pues Pancho había cerrado la puerta del closet con llave y no pudimos abrirla
hasta que él regresó. Lo regañé terriblemente y Pancho se justificaba diciendo
que, si salía a la calle, en una ciudad tan grande, podía pasarle cualquier
cosa.
Otro día me lo encontré en
la puerta del edificio vestido de charro, con unos grandes bigotes negros,
postizos y el gran sombrero calado hasta las cejas. Le pregunté por qué se
había vestido de aquella manera. Pancho me respondió que iba a ir a su pueblo a
visitar a su madre, quería pedirle perdón por alguna cosa que había hecho mal.
Pero, ¿por qué te disfrazas? le dije, y él me respondió: ‘es que tengo que
pasar por delante de la casa de un hombre al que engañé con su esposa y está
muy enojado conmigo’. Pude convencerlo para que fuera a ver a su familia sin
aquel ridículo disfraz, cuando regresó venía cojeando, ‘¿qué te pasó?’, le
pregunté, y Pancho me dijo que un caballo le había pateado como castigo por
todos sus pecados”.
Durante el periodo que
vivió en la calle Tacuba, Pancho Tlaminque, hizo una serie de cuadros, pinturas
y dibujos de diferentes dimensiones, así como tres biombos de madera decorados
con sus dibujos. Cora llevaba los materiales, madera, lienzos, pinturas, etc. y
Pancho los pintaba. Con toda la producción de un año se hizo una exposición en
la Galería Souza, en el Paseo de la
Reforma, durante el mes de mayo de 1963. En esas fechas, Pancho, por una parte,
y Cora y Pablo Albers, por otra, firmaron un contrato donde se especificaba que
los beneficios de la venta de los cuadros de Pancho durante los cinco años
siguientes, se repartiría al 50% para cada parte. Cuando le pregunto a Cora el
porqué del contrato responde:
“Era un papel para
protegerlo, fue Pablo el que tuvo la idea de hacerlo.”
Hay reseñas sobre la
exposición de Pancho Tlaminque en varios periódicos y revistas. Se venden unos
seis cuadros. Después de esta primera exposición, Cora establece contacto con
una galería en Nueva York y consigue una invitación para participar en una
muestra de pintura mexicana en EE.UU. También existe una carta en el archivo en
la cual Cora escribe a París buscando lugares donde promocionar a Pancho.
Ninguno de estos proyectos se llega a realizar.
La relación entre ellos se
empezó a distanciar y se pierde totalmente meses después. No se encuentra una
razón que explique porqué se rompe la relación justo en el momento en que
estaba empezando a dar sus frutos a nivel artístico. Pancho era una “creación”
de Cora y en cuanto se separan todo queda en nada. Cuando se le cuestionaba
sobre el porqué de esa ruptura ella nunca lo conseguía explicar.
Cora calculaba que la
estancia total de Pancho en el departamento de la calle Tacuba, que fueron dos
años.
[1]Existe un recorte de periódico donde se hace todo un reportaje
escrito por el periodista Salazar Mayen sobre este hecho que relata Cora.
[2] Joseph Raoul Hellmer
Pinkham (Filadelfia, Pensilvania, 27 de octubre de 1913 - Ciudad de México,
13 de agosto de 1971), fue un etnomusicólogo, antropólogo y sociólogo estudioso
de la cultura mexicana, siendo su trabajo más importante el rescate,
recopilación y difusión de la música autóctona tradicional mexicana.
The World of the Maguey as Seen by Panchito
Dibujos y Pinturas de Pancho Tlaminque
Pancho Tlaminque: Fotos

No hay comentarios:
Publicar un comentario