Rutas del Ferrocarril de Pasajeros México
Rutas del Ferrocarril de Pasajeros México
Mapa ilustrado por Cora van Millinguen 1965
VOLCANO TRAIN-TOURS
Proyecto de recuperación del tren de vía angosta
VOLCANO TRAIN-TOURS
Proyecto de recuperación del tren de vía angosta
----------------------------------------------- El tren de vía angosta -----------------------------------------------------------------
© Xabier F. Coronado
A principios de 1963 Cora van Millingen recibió la visita de un amigo en su casa de la calle Tacuba, en la ciudad de México, llegaba acompañado de un grupo de indígenas de Morelos. La visita tenía tintes dramáticos para ellos: las autoridades querían prescindir del tren que hacía el recorrido de la estación de San Lázaro a Cuautla. Para estos indígenas, el funcionamiento del tren era de suma importancia, tanto para ir a la ciudad de México como para la comunicación entre sus comunidades. Además del único medio de transporte para el ganado y la comercialización de sus productos. Las carreteras, muy deficientes en esa época, no suplirían el servicio del tren. El problema de los indígenas suscitó en Cora una toma de conciencia que se convirtió en in compromiso para denunciar este hecho con el objetivo de reparar la injusticia.
Cora, que ya conocía la estación de San Lázaro, se sorprendió al comprobar la enorme cantidad de empresas que utilizaban el tren para la adquisición de productos básicos. Entonces pensó, con buen criterio, que tal vez esas empresas podrían apoyar la causa de los indígenas de Morelos, pues también ellas verían disminuida su operatividad.
Entrevistó a comerciantes y empresarios con el fin de elaborar un informe sobre la necesidad del mantenimiento de la línea. Y luego recorrió a pie todo el trayecto de las vías hasta Cuautla, preguntando a la gente que vivía en los alrededores si el tren constituía una molestia o una ventaja: «Todas las personas con las que hablé entonces —recordaba Cora— decían que el tren era beneficioso. Algunas lo declaraban necesario para el transporte; otras lo tenían como un reloj muy fiable para saber la hora. Comprobé que, en general, las vías estaban en buen estado. El tren es un transporte mucho más económico de mantener que el transporte en carretera. Me fijé en los lugares de interés histórico, comercial o turístico, y descubrí que el tren pasaba por San Miguel Nepantla (actualmente en el municipio de Tepetlixpa, Estado de México), pueblo natal de sor Juana Inés de la Cruz; por varios mercados interesantes como los de Amecameca y Popopac y cerca de las ruinas de un gran casino de la época de Porfirio Díaz. Otros atractivos eran las hermosas vistas que se tenían de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Por lo demás, la línea poseía un fuerte carácter histórico por haber sido la vía utilizada por las tropas de Zapata durante la Revolución.»
En el informe que Cora redactó para buscar apoyos con el fin de conseguir el mantenimiento de la vía, destacó el interés comercial, turístico y social del tren. Como conclusión, además de solicitar que no se cerrara la línea, sugería la creación de un tren turístico para la región. El informe, avalado con la firma de numerosos comerciantes de la zona, fue enviado al presidente Díaz Ordaz con fecha 30 de noviembre de 1963.
Mientras esperaba una respuesta, Cora visitó la oficina del gerente de Ferrocarriles Nacionales de México, señor Benjamín Pérez, a quien expuso su preocupación por el futuro de la vía angosta entre México y Cuautla y la importancia de la creación de un tren turístico que hiciera el recorrido los fines de semana. Para ello le solicitaba el arrendamiento de dos vagones de primera clase y tres de segunda, con la correspondiente locomotora. Después se puso en contacto con el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros y con la Comisión de Jubilados: ambas organizaciones apoyaron el proyecto: «Los jubilados —recordaba Cora— eran muy patrióticos y tenían más sentido de la utilidad del tren que las autoridades. Me transmitieron el amor por las máquinas. Tuve con ellos una intensa relación durante varios años. Ellos, como agradecimiento, quisieron poner mi nombre a una locomotora, pero yo me negué rotundamente. Para mí no sólo era innecesario, sino de mal gusto.»
Elaboró un mapa muy detallado del recorrido y buscó apoyos internacionales. Escribió a muchísimos organismos del mundo entero implicados en la conservación de trenes turísticos o históricos y recibió decenas de cartas de apoyo a su proyecto. Finalmente se constituyó la sociedad denominada "Proyecto Interoceánico Proconservador de la vía angosta". Hicieron modestas campañas de propaganda y pusieron anuncios en el Universal, el Excelsior y, sobre todo, en el News de ciudad de México. El primer viaje lo programaron para el 20 de noviembre, día de la Revolución.
«Fue extenuante acondicionarlo todo —recordaba Cora—. Nos ayudaron muchos simpatizantes del proyecto. Tuvimos que limpiar y pintar los vagones. Colgamos fotos y carteles con motivos de la Revolución. Los días anteriores a la salida me pasaba toda la noche cocinando la comida que se iba a ofrecer a los pasajeros. El tren salía a las ocho de la mañana. Recibíamos a los viajeros con música revolucionaria tocada por un muchacho en su organillo. Se servía el desayuno antes de llegar a Amecameca; después se ofrecía una botana y, cuando empezaba el zigzag de bajada a Cuautla, dábamos la comida. Visitaban el balneario de Agua Hedionda y regresaban a la ciudad de México en autobús. Los turistas ocupaban el vagón de primera y los campesinos los vagones de segunda clase, donde el ambiente era más alegre; ahí se tocaba música y se cantaba. Algunos turistas se asomaban a los vagones de los campesinos y, con frecuencia, se sentaban con ellos, fascinados por el contacto con un México diferente. Les impresionaba el increíble paisaje de los volcanes. Incluso se subían a la locomotora y así sentían que viajan en un “caballo de hierro”. En las paradas obligadas de Los Reyes y Amecameca los indígenas ofrecían los productos del campo a cambio de agua caliente de la locomotora. Se la llevaban en cubetas para bañarse, mientras los turistas tenían tiempo de visitar el mercado. Aunque la línea sólo funcionaba los fines de semana, a veces teníamos que hacer dos recorridos semanales a causa debido a la demanda. Pero el trabajo era excesivo y el dinero que ganábamos había que reinvertirlo en la propia línea.»
En el segundo año de funcionamiento, recibieron una donación de pintura y los aficionados pintaron la estación de San Lázaro, que entonces estaba muy abandonada. La línea sólo duró un año más. Cora recuerda que fueron tres años de una extraordinaria actividad para la recuperación del tren de vía angosta. Antes del final del proyecto, Cora promovió una campaña, casi en solitario, para salvar las máquinas de vapor y lograr la conversión en museo de la estación de San Lázaro, con el fin de que pudiera ser gestionado por los jubilados. Dibujó el proyecto del museo, pero no consiguió el apoyo y nada pudo impedir que Luis Gómez Zepeda, director general de Ferrocarriles de México, vendiera las máquinas: «Fue un desastre histórico —concluía Cora— que México haya perdido este tipo de ferrocarril. Se trataba de una gran riqueza turística y formaba parte importante de su historia. Todo se perdió. Se vendió como chatarra una de las colecciones más grandes de locomotoras del mundo. Aquello suponía una gran fortuna. ¿A dónde fue el dinero? A los jubilados no les llegó nada. Ellos nunca hubieran hecho algo así: amaban realmente los trenes.»
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----------------------------------------------- El tren de vía angosta -----------------------------------------------------------------
A principios de 1963 Cora van Millingen recibió la visita de un amigo en su casa de la calle Tacuba, en la ciudad de México, llegaba acompañado de un grupo de indígenas de Morelos. La visita tenía tintes dramáticos para ellos: las autoridades querían prescindir del tren que hacía el recorrido de la estación de San Lázaro a Cuautla. Para estos indígenas, el funcionamiento del tren era de suma importancia, tanto para ir a la ciudad de México como para la comunicación entre sus comunidades. Además del único medio de transporte para el ganado y la comercialización de sus productos. Las carreteras, muy deficientes en esa época, no suplirían el servicio del tren. El problema de los indígenas suscitó en Cora una toma de conciencia que se convirtió en in compromiso para denunciar este hecho con el objetivo de reparar la injusticia.
Cora, que ya conocía la estación de San Lázaro, se sorprendió al comprobar la enorme cantidad de empresas que utilizaban el tren para la adquisición de productos básicos. Entonces pensó, con buen criterio, que tal vez esas empresas podrían apoyar la causa de los indígenas de Morelos, pues también ellas verían disminuida su operatividad.
Entrevistó a comerciantes y empresarios con el fin de elaborar un informe sobre la necesidad del mantenimiento de la línea. Y luego recorrió a pie todo el trayecto de las vías hasta Cuautla, preguntando a la gente que vivía en los alrededores si el tren constituía una molestia o una ventaja: «Todas las personas con las que hablé entonces —recordaba Cora— decían que el tren era beneficioso. Algunas lo declaraban necesario para el transporte; otras lo tenían como un reloj muy fiable para saber la hora. Comprobé que, en general, las vías estaban en buen estado. El tren es un transporte mucho más económico de mantener que el transporte en carretera. Me fijé en los lugares de interés histórico, comercial o turístico, y descubrí que el tren pasaba por San Miguel Nepantla (actualmente en el municipio de Tepetlixpa, Estado de México), pueblo natal de sor Juana Inés de la Cruz; por varios mercados interesantes como los de Amecameca y Popopac y cerca de las ruinas de un gran casino de la época de Porfirio Díaz. Otros atractivos eran las hermosas vistas que se tenían de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Por lo demás, la línea poseía un fuerte carácter histórico por haber sido la vía utilizada por las tropas de Zapata durante la Revolución.»
En el informe que Cora redactó para buscar apoyos con el fin de conseguir el mantenimiento de la vía, destacó el interés comercial, turístico y social del tren. Como conclusión, además de solicitar que no se cerrara la línea, sugería la creación de un tren turístico para la región. El informe, avalado con la firma de numerosos comerciantes de la zona, fue enviado al presidente Díaz Ordaz con fecha 30 de noviembre de 1963.
Mientras esperaba una respuesta, Cora visitó la oficina del gerente de Ferrocarriles Nacionales de México, señor Benjamín Pérez, a quien expuso su preocupación por el futuro de la vía angosta entre México y Cuautla y la importancia de la creación de un tren turístico que hiciera el recorrido los fines de semana. Para ello le solicitaba el arrendamiento de dos vagones de primera clase y tres de segunda, con la correspondiente locomotora. Después se puso en contacto con el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros y con la Comisión de Jubilados: ambas organizaciones apoyaron el proyecto: «Los jubilados —recordaba Cora— eran muy patrióticos y tenían más sentido de la utilidad del tren que las autoridades. Me transmitieron el amor por las máquinas. Tuve con ellos una intensa relación durante varios años. Ellos, como agradecimiento, quisieron poner mi nombre a una locomotora, pero yo me negué rotundamente. Para mí no sólo era innecesario, sino de mal gusto.»
Elaboró un mapa muy detallado del recorrido y buscó apoyos internacionales. Escribió a muchísimos organismos del mundo entero implicados en la conservación de trenes turísticos o históricos y recibió decenas de cartas de apoyo a su proyecto. Finalmente se constituyó la sociedad denominada "Proyecto Interoceánico Proconservador de la vía angosta". Hicieron modestas campañas de propaganda y pusieron anuncios en el Universal, el Excelsior y, sobre todo, en el News de ciudad de México. El primer viaje lo programaron para el 20 de noviembre, día de la Revolución.
«Fue extenuante acondicionarlo todo —recordaba Cora—. Nos ayudaron muchos simpatizantes del proyecto. Tuvimos que limpiar y pintar los vagones. Colgamos fotos y carteles con motivos de la Revolución. Los días anteriores a la salida me pasaba toda la noche cocinando la comida que se iba a ofrecer a los pasajeros. El tren salía a las ocho de la mañana. Recibíamos a los viajeros con música revolucionaria tocada por un muchacho en su organillo. Se servía el desayuno antes de llegar a Amecameca; después se ofrecía una botana y, cuando empezaba el zigzag de bajada a Cuautla, dábamos la comida. Visitaban el balneario de Agua Hedionda y regresaban a la ciudad de México en autobús. Los turistas ocupaban el vagón de primera y los campesinos los vagones de segunda clase, donde el ambiente era más alegre; ahí se tocaba música y se cantaba. Algunos turistas se asomaban a los vagones de los campesinos y, con frecuencia, se sentaban con ellos, fascinados por el contacto con un México diferente. Les impresionaba el increíble paisaje de los volcanes. Incluso se subían a la locomotora y así sentían que viajan en un “caballo de hierro”. En las paradas obligadas de Los Reyes y Amecameca los indígenas ofrecían los productos del campo a cambio de agua caliente de la locomotora. Se la llevaban en cubetas para bañarse, mientras los turistas tenían tiempo de visitar el mercado. Aunque la línea sólo funcionaba los fines de semana, a veces teníamos que hacer dos recorridos semanales a causa debido a la demanda. Pero el trabajo era excesivo y el dinero que ganábamos había que reinvertirlo en la propia línea.»
En el segundo año de funcionamiento, recibieron una donación de pintura y los aficionados pintaron la estación de San Lázaro, que entonces estaba muy abandonada. La línea sólo duró un año más. Cora recuerda que fueron tres años de una extraordinaria actividad para la recuperación del tren de vía angosta. Antes del final del proyecto, Cora promovió una campaña, casi en solitario, para salvar las máquinas de vapor y lograr la conversión en museo de la estación de San Lázaro, con el fin de que pudiera ser gestionado por los jubilados. Dibujó el proyecto del museo, pero no consiguió el apoyo y nada pudo impedir que Luis Gómez Zepeda, director general de Ferrocarriles de México, vendiera las máquinas: «Fue un desastre histórico —concluía Cora— que México haya perdido este tipo de ferrocarril. Se trataba de una gran riqueza turística y formaba parte importante de su historia. Todo se perdió. Se vendió como chatarra una de las colecciones más grandes de locomotoras del mundo. Aquello suponía una gran fortuna. ¿A dónde fue el dinero? A los jubilados no les llegó nada. Ellos nunca hubieran hecho algo así: amaban realmente los trenes.»
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Homenaje a las Locomotoras de Vapor
Fotos Tren
Cora en Tren

Locomotoras de Vapor

Locomotora 267
La locomotora que llevaba a los pasajeros del Volcano Train Tours era una máquina de vapor que llevaba el número 267. Presentamos una serie de imágenes de la locomotora en diferentes parajes y momentos del recorrido.
- El primer anexo sobre el tema del tren es un artículo que Kate Walch escribió para la revista mensual, Intercambio, órgano de la Cámara de Comercio Británica en México, publicado en el nº 43 de 1º de marzo de 1964 con el título: "Not-Not "Good-Bye" Dear Iron Horse!". El texto iba ilustrado con fotos de Carol Miller. A través del enlace podrán revisar completo el artículo.
Artículo Kate Walch en Intercambio
- El siguiente enlace es con una publicación sobre trenes y locomotoras: The Trainmaster, de Salem, Oregon. En su número 79 del 10 de abril de 1964, incluye al final una petición: "Plea from México"; para que sus lectores escriban a Cora para solidarizarse con el rescate del tren de vía estrecha.
m,e parece un archivo muy completo y con datos que no se encuentran fácilmente. Soy docente investigadora y el blog es muy recomendable, agil y de interés.
ResponderEliminarGracias por compartir
ResponderEliminarQue información tan buena, gracias por compartirla, viví en los terrenos en donde estaba la antigua estación de San Lázaro y estoy regresando a ese lugar y es impresionante saber esto. Tendrás mas información sobre el lugar de San Lázaro?
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